viernes, 23 de enero de 2009

MIS AÑOS IRREPARABLES


Según mis contactos, es decir, mis padres, yo nací en un hospital de Tunuyán, un pueblo bastante grande de la ciudad de Mendoza, un día de invierno de 1993, un cuatro de agosto argentino.

Yo recuerdo haber crecido y vivido con mis padres en una casa gigante pegada a una bodega de vino, la hacienda Nahim. La casa tiene una fachada blanca, más blanca que la nieve, y unas cristaleras interminables, árboles verdes que tocaban las nubes, entre ellos mi árbol de laurel.

Vivimos solos mis padres y yo hasta mis dos años y pico. Fue entonces, un día de invierno de 1996, cuando mi madre faltó una mañana y yo me desperté en casa de mi abuela. Me levanté medio dormida, tambaleándome, fui hasta la cocina donde me encontré a mi liadísima abuela intentando preparar un biberón, que acabó achicharrado. Ese fue el día en que nació mi hermana.

Estos recuerdos forman parte de mí como la sangre, como el aire de mis pulmones. Estoy viendo en mi memoria a mi hermana cayéndose de una silla, veo la intensidad del violeta de su moretón.

Recuerdo, como si fuera hoy, las mañanas de frío izando la bandera. Puedo sentir el tubo helado que la sujetaba y la áspera cuerda que sujetaba y levantaba “aquella bandera celeste y blanca”. Me acuerdo, cuando recién llegaba la primavera mi madre me iba quitando jerséis, e iba apagando la chimenea: sin duda, lo mejor eran los tres meses que iba el abuelo a la casa. Eran sus mejores vacaciones, y las mías también. Puedo oírlo diciéndome “¡niña ven aquí!”

Era lo mejor, sentarme a su lado a ver el fútbol. Puedo ver a papá escuchando las noticias, puedo sentir la puerta, que se abría y lo dejaba ir a trabajar. Todavía siento aquellas lágrimas en mi cara que decían que yo quería irme con él.

Recuerdo como si me contara hoy las anécdotas mi padre. Me las sé como si las hubiera vivido yo. Y quizá no sepa explicar ni yo misma, mi entusiasmo por tonterías para los demás o mi ignorancia en cosas que, para los demás, son fundamentales. Es increíble que sea tan distinta a tanta gente de mi generación.

Sin duda lo que todos llegaron a sentir igual y diferente a la vez fue la emoción de un viaje a Europa. ¡La Europa! Y es que cuando escuche, y todavía puedo escucharlo, la comunicación de mis padres, sus labios decían a coro: “Este año no vendrán los abuelos, iremos nosotros”. Fue fantástico oír eso. A pesar del día en que me lo dijeron, pasaron años hasta que se realizó.

Menos mal, todavía recuerdo la visita de una muy fuerte con la que nadie puede, y si digo nadie, es nadie, ni la propia vida que siempre pierde. Quizá si ese viaje se hubiera adelantado, yo hubiera perdido días de compañía de un ser maravilloso, mi abuela.

Estoy ahora aquí, yo mi abuelo, y mis quince años. Aún recuerdo, sin llegar a comprenderlo, mi cara llena de lágrimas, mis cuerdas vocales vibrando como no lo habían hecho nunca, a la vez que una muchacha de corta edad repetía lo que ponía el cartel de su espalda, el televisor que había detrás de su espalda, el televisor casi en el techo ¡Cómo estaría de lejos del suelo que regreso allí ahora y veo que no he crecido! La mujer decía: “Pasajeros con destino a Chile, vayan embarcando por favor. ¡Rogamos puntualidad!” Y yo dejaba mi tierra, mi querida tierra… Esa que ahora en mi adolescencia me provoca una sonrisa.

Nunca le tuve miedo a nada, pero creo que ese nueve de marzo de 2004 le temía a mi propia sombra. Guardo en secreto mil travesuras, tengo en mi corazón cada truco para ser feliz, y ahora leo lo que escribo y pienso que ni el mejor mc`s haría que la frase que acabo de pensar (porque al fin y al cabo lo que escribo ahora es lo que pienso en este instante) no sonara cursi, pero aún así creo que esos trucos me servirán de mucho.

El aquí de hoy se llama España, la dulce y esperada España de mi madre, el país donde se encontraba gran parte de mi cultura, rara para los demás. España, donde me tratan como lo sienten no por mi gran apellido de bodegueros turcos en Argentina, sino porque mi persona, solo ella, es la que los impulsa a tratarme así.

¡Traviesas nubes de donde vendrán mis recuerdos! ¿De cuál vendréis?


Mercedes Nayibe Nahim Granados (4º ESO)

8 comentarios:

El Pasmo de Triana dijo...

¡¡Fantástico, Mercedes!!
No dejes nunca de escribir, por favor.

Anónimo dijo...

HERMOSO,CUANTA TERNURA Y RECUERDOS EN SU CONTENIDO.ADELANTE Y SIGUE ESCRIVIENDO.!!

Anónimo dijo...

NAYIBE:INCREIBLE QUE ESCRITORA LLEVAS DENTRO !. ME CONMOVIO MUCHO.¡FELICITACINES !

Anónimo dijo...

siii esa primita k le metia los dedos en el caño de la bici jajajja
maemia y ese autito de coleccion ajjaj
y ya no hablo de cuando nos tirabamos por las piletas de la bodega y saliamos llenas de mugre jajjja o cuando rompiamos los cristales de la bodega a piedrazos y la vecina se lo cantaba a tu mama ajjaja


xd

xd


k buenos recuerdos!!!

samira.

Anónimo dijo...

Nayi qué hermosa tu narración, me has hecho llorar de la emoción, hasta a Maxi se le pusieron los pelos de punta cuando lo leíamos juntos, sé perfectamente que sos sumamente inteligente, pero nunca imaginé que tuvieras tanto talento para la escritura, te re quiero y me encanta lo que has escrito, porque, a través de las palabras, has conseguido hacer lo q logran sólo pocas personas: despertar emociones tan intensas y un placer enorme al saber que vienen de vos mi querida ahijada.
NUNCA dejes de escribir y seguí cultivamdo este talento ;)
Nos encantó la imagen de nuestra bandera flameando y como volcaste tus emociones y recuerdos tan lejanos y tan bellos en este relato.
Te queremos muchísmo y enhora buena por esta publicación!!!

Blima y Maxi

Anónimo dijo...

NAYI, nos encanto haber leido tu historia, realmente nos emociona y nos alegra que todavia hay personas como tu.
Quiera Dios y la Virgen que siempre conserves esa inosencia y ese espiritu con el que haces emocionar a los demas.
Mucha suerte en todo lo que te propongas porque seguro que lo vas a lograr.

Guille dijo...

Bien Nayibe!!!!!!!!!!!Te felicito por la narración!Excelente!Me hiciste llorar!!!!!!!!

Omar Luna dijo...

Mercedes, no dejes de leer y de todo. No le tengas miedo a las palabras. Hurga en ellas, explora, busca nuevas y desconocidas. Inventá significados, no te aferres al diccionario. Huélelas, haz de cuenta que son papas fritas y cómetelas. Conoce su textura, partilas en pedacitos y haz otras nuevas. Inventa, rompe, escarba, navega, zambúllete entre ellas porque llegará un día en que las palabras se mezclaran con tu sangre y a la vez te redimiran de algo. No te queda otra: tenés talento.