Un lejano rumor llega y florece
en mi alma.
de aquel atardecer.
¿Quién viste a los muertos?
¿Quién les pone los zapatos
para dar su último paseo?
¿Quién cierra los ojos de los cuerpos
que se han quedado sin alma?
¿Quién cubre sus rostros?
¿Quién mete la llave en el ataúd
por si pudieran escapar de su encierro?
¿Quién enciende las velas y reza una oración?
¿Quién escribe las fechas sobre sus lápidas?
¿Quién mira al cielo
buscando la estrella más brillante,
que diga que están ahí,
que nos miran?
¿Quién escucha los lamentos de las viudas,
que gritan sus nombres,
que los llaman,
que les reprochan su marcha?
¿Quién soporta los amaneceres sin los muertos
que un día estuvieron vivos?
¿Quién miente a los niños?
¿Quién les habla de sus padres muertos?
¿Quién aguanta el peso de los cuerpos
de los padres sin hijos?
¿Quién sostiene la mano de las madres
de los hijos muertos?
¿Quién seca las lágrimas de los vivos que lloran a sus muertos?