viernes, 5 de diciembre de 2008

EVERYBODY COMES TO RICK'S



En Casablanca todos quieren ir al Café de Rick… pero pocos se quedan. Los clientes conforman una galería de rostros confusos. Caras difuminadas con risas, llantos, fingimientos, muecas histriónicas, ilusiones negras, nada.

Y manos, muchas manos que se agitan en todas las direcciones: hacia la lluvia, hacia el sol, hacia las nubes, hacia el suelo, hacia el muro, hacia el barro. Sobre las mesas, las tazas humean un aguachirle caliente que todos beben. Aunque lo odian desde antes de nacer.

Todos quieren ir al Café de Rick. Es curioso. Al cabo de los años, pocos permanecen. Sam toca el piano: Play it again. En un rincón, cínico y huidizo, se encuentra Rick Blaine. Una niebla de mediocridad saluda la mañana. Nuevamente el local se abre y nadie comprende su sonrisa.

A lo mejor porque sabe que sólo él tiene en su bolsillo el pasaporte para volar a París algún día.

José Mantecón del Palacio.

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