sábado, 20 de junio de 2009

AL AIRE DE JUNIO


Aunque soy consciente tanto de sus limitaciones literarias como de su longitud, procedo a colgar mi intervención en el acto de la puesta de Bandas del IES, vistas las peticiones recibidas.

Nuevamente, gracias por vuestro cariño y por hacerme sentir como en casa.
Nunca os olvidaré mientras viva.
Rafa


En esta tarde extraña de adiós y despedidas
regreso a mi nostalgia de niño sin recreo
y recuerdo las aguas que pasan bajo un puente
hacia el mar del olvido, sin mirar al pasado,
como aquellos vencejos que vuelan, en mi tierra,
en torno de una torre que Giralda se llama.
En la tarde de junio llegan a mis oídos
las voces de otro tiempo, cuando la primavera
florecía en los ojos y dejaba en el alma
una brisa marina que aún me quema por dentro.

El olor del salitre devuelve a mi memoria
exámenes, sonrisas, explicaciones, nervios
de controles finales, cuadernillos, distancias,
juntas de evaluaciones, suspensos, juegos, niños,
dieces, versos perdidos, ecuaciones, cuartillas,
cartabones, recreos, bromas, grupos flexibles,
teatros, marionetas, corazones pintados
en carpetas usadas, los ojos de una niña,
su primer beso, acaso, también la goma aquella
que borraba su nombre inaugurando olvidos…

Duele la luz ahora como duele ese nombre,
cuando tras los visillos del dorado poniente
aparecen, de pronto, Pepe y sus fotocopias,
Encarna y su ternura, Miguel y sus archivos,
María con Onetti, Lidia con sus tacones,
Ramón y su elegancia de elocuentes silencios,
Encarna y Sonia juntas -¿cómo no estar prendado
de este par de morenas que parecen siamesas?-
Presen, -le fille terrible-, Casasola y su chándal,
los Carlos de este claustro -que hasta doctores tiene
con la bata blanquísima de la tecnología-,
Yajaira y sus latines, Nany con sus ingleses,
Silvia y su dulce acento, Jose y su chupa negra,
Flor, entre tantas flores, Manoli con su gracia,
Gabriel con sus cacharros -tecnología punta
a prueba de internetes-, Buensu con sus intrigas,
nuestro rey don Juan Carlos con sus celtas e iberos,
Elena con un mapa y Alfonso con sus cosas.
Ana Rosa y Antonio, martillos y baquetas,
Sonia y sus ojos verdes que parecen del Betis,
el cariño de Inma, la sonrisa de Bea,
Miguel y la ironía cogidos de la mano,
María Terremoto con sus ganas de vida,
Gabriel con su templanza, Roberto con su Atlethic,
Jose y sus matemáticas pasando la mañana
y hasta un hermano tuno que José Ignacio llamo.
Al fondo, en una esquina, don Francisco Montoya
gambetea un infarto entre un grupo de alumnos
que encabezan Delfina, María, Fran y Gema.
Y detrás van Amparo, Carmen, Gonzalo e Isa
como una procesión que acabara en el patio.
Lina y sus arzobispos se acercan, confidentes,
a su amiga María e Irene pespuntea
un modelo imposible para vestir la luna.
Hamza ha resucitado Las mil y una noches,
cuando María Dolores me traduce poemas
de Byron y de Shelley, de Shakespeare y de Elliot.
Manolo Pérez dicta supuestos grafológicos,
Pedro I el Bueno, pasa con don Alberto
trasegando partículas de matriz a matriz,
mientras Luisa guiña un ojo de advertencia.
Conchita e Ingrid vienen con niños en los brazos,
y don Pedro, el Cruel, ahorra los denarios
para fundir cañones en su laboratorio…

Todo esto ya es recuerdo que en el alma se incendia
-atrás quedan pasillos, aulas y patios muertos-
las sombras se proyectan y hay fantasmas flotando
sobre todas las cosas que me llevo conmigo.
Sin embargo aún hay fuego para una despedida
que no entiende palabras sino manos abiertas.
Hacia vuestra inocencia hoy dirijo mis ojos
y reclamo un refugio para mis quince años.
¿Sabéis? Como vosotros yo amé la primavera
y creí que la vida iba a tenerme siempre
eternamente suyo, inmortal al olvido,
pero las horas corren y palidece el alma …

Mas ayer comprendí que no hay más dios que el tiempo
pasando por encima de la risa de un niño,
por eso, en este instante quisiera detenerme
en vuestros corazones y allí dejar el ancla
de un quince de septiembre –huele a nueva la clase -
y de nuevo sentir que entráis en mi memoria
con la ilusión intacta de las cosas eternas.
Sentados en las mesas atendéis mis palabras
con caras expectantes y algún que otro bostezo.
El espejo retiene vuestros ojos de asombro
y devuelve una imagen que traspasa las horas.

Me llevo de vosotros una risa, unos versos:
Cuando se fue el maestro, me dijo la mañana…”,
un periódico, muchas clases que no eran clases
donde hablamos de todo, incluso de poemas.
Ya viene en mi maleta una cita de Borges,
un malevaje, un tango y la cancha de Boca,
una pluma y un boli que no cambio por cuevas
repletas de esmeraldas, topacios y rubíes,
mil bromas y mil coñas, también algún enfado,
Montesinos, las dudas, “¿Qué entra en el examen?”,
los párpados cerrados cuando el sueño los vence
después de trasnochar viendo tele basura,
la vagancia de algunos, el esfuerzo de otros,
la escondida sonrisa de aquellos que se callan,
la seriedad, los verbos, los ceceos, las prizas,
el tuenti, , la sorpresa de la última clase,
una charla de fútbol: “Ya sabes que, si el Betis
te ficha, me tendrás que dar tu camiseta
”,
un tropezón -¡cuidado!- con la mesa, ¡qué susto!
Maestro, ¿se ha hecho daño?”No, no es nada, tranquilos”,
la constancia, la lucha, el trabajo bien hecho,
una caricatura, los libros, los grafitis,
la prudencia, las broncas del jefe del colegio,
¿El Día del pimiento?, más talleres, murales,
un ataque de piedra en pleno don Quijote
y un ratón dando vueltas por las prefabricadas.

Atrás queda segundo, ¿recordáis ese miedo?,
Nos ha tocado Rafa, ¡qué mala leche tiene!”,
encuentros de poesía, “Hoy viene Félix Grande,
Paca Aguirre y hombre que escribe sobre fútbol
”,
la lluvia en el otoño, los fríos en invierno,
moscas por primavera del tamaño de un toro,
esos calefactores que no funcionan nunca,
un abrigo en la clase y un nudo de corbata
-he dicho nudo ahora, no seáis mal pensados-,
un frustrado viaje en el que Federico
se quedó sin un verso y un ramo de violetas
que quisimos dejarle en su lecho de Víznar,…

Tantos y tantos ratos que vienen a mis ojos
en esta tarde -¿triste?- de tempranas calores.
No son de adiós las lágrimas que humedecen la tierra
sino de agradecido niño que vuelve a casa
a recoger la dicha que gozara algún día.
Fui feliz con vosotros. La nostalgia me llevo
en esta retahíla de alejandrinos blancos.
No sé cómo deciros que el tiempo ya ha pasado
y agita su pañuelo sobre nuestras cabezas.
La eternidad es sólo una luz que se apaga
y el tic tac del reloj una muerte implacable.

Quede aquí un hasta luego. Muchas gracias amigos,
conmigo vais por siempre. Nunca podré olvidaros.
Y porque nadie diga que el aire trianero
no mece este discurso deslavazado y torpe
termino en soleá lo que a deciros vine:

Se llamaba Rafael
y se quedó con vosotros
porque de aquí no se fue.


Os quiero, niños míos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Al final retornas... Pero ya siempre llevarás las arenas de poniente entre los pliegues del alma, ¿eh? Un abrazo de la que decidió ya no volver.

Rafael dijo...

Ya ves, Patri. Volvemos, pero con la cabeza muy alta y haciendo las cosas como el deber y el orgullo nos lo demandan.

Mi corazón es sevillano, ya lo sabes, aunque a partir de ahora bombee un poquito de sangre almeriense.

Tenemos que charlar tú y yo largo y tendido, compañera de caminos.

Un besazo.

Rafa